SOBRE LOS
HUESOS DE LOS MUERTOS
PREMIO
NOBEL DE LITERATURA
EDITORIAL OCÉANO – 2015
Todo lo que podemos
pensar es una forma de la
verdad.
Guía tu arado sobre los huesos de los muertos.
Blake
El paisaje es apacible hasta que comienzan a
suceder extraños acontecimientos.
Un buen libro, tal vez con demasiadas
descripciones que a veces agotan.
No me limité a mirar por fuera las casas que tenía
a mi cargo, sino que hice una excursión mucho más grande, llegué hasta la linde
del bosque, y caminé a través de los prados, junto a la carretera, hasta llegar
al borde del precipicio.
En esa época del año el mundo se vuelve ominoso.
Aún persisten grandes jirones de nieve blanca, dura y compacta, y resulta
difícil reconocer en ella esos preciosos e inocentes copos que caen en
Nochebuena para alegrarnos la vida. Actúan como un cuchillo afilado, como una
superficie metálica. Se avanza sobre la nieve con dificultad y a la menor
distracción nos aprisiona las piernas. Si alguien olvidó sus botas altas para
la nieve muy pronto se lastimará las pantorrillas. El cielo es bajo y gris,
parece que si uno subiera a un punto más alto podría alcanzarlo con la mano.
Mientras caminaba me decía que no podría vivir
eternamente en mi refugio de la meseta y cuidar otras casas. El Samurai
acabaría por estropearse y ya no podría bajar a la ciudad. La escalera de
madera se pudriría, la nieve arrancaría los canalones, se estropearía la
caldera, sin duda en un mes de febrero, y el hielo rompería las tuberías.
Fragmento 2
—Extraña historia, parece una pesadilla, ¿verdad?
—encendió un segundo cigarrillo y vi que le temblaban las manos.
Me habría gustado tranquilizarla de alguna manera,
pero no tenía ni idea de cómo hacerlo. Todavía no había visto nunca a alguien
al borde de un ataque de nervios. Le puse la mano en el antebrazo y la acaricié
con delicadeza.
—Es usted una buena persona —ella me miró con una
mirada como la de Marianela y se soltó a llorar. Lloraba silenciosamente, como
una chiquilla, sólo le temblaban los hombros. Duró un buen rato, al parecer
eran muchas las cosas que debía llorar. Tuve que ser su testigo, estar a su
lado y mirar. Seguramente no esperaba nada más. La abracé y estuvimos así
juntas: un lobo artificial y una pequeña mujer en la mancha de luz que
proyectaba la ventana del parque de bomberos. Las sombras de los bailarines
pasaban frente a nosotras.
—Me voy a casa. Ya no puedo más —dijo
lastimosamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tus comentarios, se agradecen de antemano. Saludos