Richard Yates recuerda a Hemingway por la vitalidad, fuerza
de su obra. En 1961 publicó su primera y célebre novela, Vía Revolucionaria
(Revolutionary Road).
La obra nos sitúa en los años 50. Frank y April
Wheeler viven en uno de los barrios que abundan en las afueras de Nueva York,
en una calle llamada Revolutionary Road.
Él se siente
frustrado, tiene otras aspiraciones, detesta su trabajo y lo aburre la rutina en una empresa de
calculadoras electrónicas, su mujer es dueña de casa. Tienen dos hijos. Ambos
rondan los treinta pero tienen un espíritu anciano. Ella estudió arte dramático
pero como actriz no tenía muchas expectativas. Él no quiere morir en su latoso
trabajo.
La vida de los vecinos de Revolutionary Road es una
farsa, un montaje. April Wheeler sufre una crisis luego de actuar en la
obra de teatro del barrio y deciden marchar a París en busca de nuevos rumbos,
un cambio de vida, pero ella se embaraza de nuevo y comienzan las
interrogantes:
¿Qué hacer ahora? ¿Irse a París embarazada? ¿Abortar?
La novela transcurre en una atmósfera pesada,
sutilmente amarga, plagada de incertidumbre con un protagonista hipócrita,
falso, que actúa hasta en la intimidad de su hogar, planifica sus posturas y conversaciones
y que muestra una considerable baja
autoestima y desidia.
Yates transmite una
desoladora incomunicación, una tristeza indefinible. Una pérdida de valores,
que en algún momento fueron fundamentales.
Fragmentos:
“Se cuidaba mucho de no hablar de su trabajo en
la oficina y de no confesar que estaba cansado al llegar a casa, adoptaba
un tranquilo aire de maestría casi europeo para tratar con camareros
o empleados de gasolinera, aderezaba sus críticas a la salida del
teatro con oscuras referencias literarias. Todo ello para dejar
patente que un hombre condenado a una vida en Knox podía seguir siendo
interesante («Eres la persona más interesante que he conocido nunca»).
Retozaba entusiásticamente con los niños, cortaba el césped de cualquier
manera en tiempo récord, y en una ocasión dedicó todo el trayecto
de regreso a casa a imitar a Eddie Cantor en «That's the Kind of a Baby
for Me» porque hacía reír a April. Y todo para dejar patente que un
hombre enfrentado a tan sombríos y tan poco naturales problemas conyugales,
una esposa que no quería tener un hijo suyo, podía seguir siendo simpático
(«Te quiero cuando eres simpático»).”
****
“Ella no dijo nada, y a oscuras como estaban era
difícil discernir si le estaba escuchando o no. Frank tomó aire antes
de decir:
—Me refiero a cosas que nada
tienen que ver con Europa, ni conmigo. Cosas tuyas, cosas que tienen su
origen en tu niñez..., en tu educación y todo eso. Cosas en el plano
emocional.
Tras un largo silencio, April
habló, en un tono marcadamente neutral:
—En otras palabras: que estoy
emocionalmente perturbada.
—¡Yo no he dicho eso!
Pero en la hora que siguió,
y mientras su voz seguía hablando sin parar, llegó a decirlo varias
veces y de diferentes maneras. ¿Acaso no podía ser que una chica que
no había conocido otra cosa que rechazo por parte de sus padres desde
que nació pudiera desarrollar una constante resistencia a parir hijos?
—Mira, siempre me ha intrigado
que pudieras sobrevivir a una infancia como ésa —dijo en un momento
dado—, y no digamos salir de ella sin el menor perjuicio para tu...,
ya sabes, tu ego y tal.”
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