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viernes, 5 de abril de 2019

Novela 1984 de ORWELL, GEORGE


1984
ORWELL, GEORGE

Por Ingrid Odgers






1984
ORWELL, GEORGE

Por Ingrid Odgers

En esta obra, George Orwell imagina un futuro carente de privacidad y libertades, en la que la ciencia y la tecnología sirven para que unas élites supremas esclavicen a la humanidad.

La narración se desplaza bajo una  atmósfera sombría, despótica y pavorosa donde el autor despliega su oficio con brillantez escritural innegable. 1984, es un libro perfecto y bien diseñado, la arquitectura, el diseño de su estructura y el contenido del texto son realmente geniales.

En la novela, la sociedad localizada en una futura Inglaterra, parte del Imperio de Oceanía, y se encuentra dividida en tres grupos. Los miembros “externos” del Partido Único, los miembros del Consejo dirigente, o círculo interior del partido, y una masa de gente marginada que vive atemorizada y aislada de la política, los plebeyos.

El personaje principal de la novela es Winston Smith, que trabaja en el Ministerio de la Verdad (uno de los cuatro ministerios que hay). Su cometido es reescribir la historia, ironizando así, el ideal declarado en el nombre del Ministerio.

En este país futurista, los ministerios son los siguientes:

El Ministerio del Amor (en neolengua Minimor) se ocupa de administrar los castigos y la tortura.

El Ministerio de la Paz (Minipax) se encarga de asuntos relacionados con la guerra y se esfuerza para lograr que la contienda sea permanente. Si hay guerra con otros países, el país está en paz consigo mismo. (Hay menos revueltas sociales cuando el odio y el miedo se pueden enfocar hacia fuera, como señala la psicología social).

El Ministerio de la Abundancia (Minindancia) encargado de los asuntos relacionados con la economía y de conseguir que la gente viva siempre al borde de la subsistencia mediante un duro racionamiento.

El Ministerio de la Verdad (Miniver) se dedica a manipular o destruir los documentos históricos de todo tipo (incluyendo fotografías, libros y periódicos), para conseguir que las evidencias del pasado coincidan con la versión oficial de la historia, mantenida por el Estado.

Winston Smith vive en el Londres de un virtual 1984, en un mundo dividido en tres superpotencias:

Oceanía, donde impera el Ingsoc, acrónimo inglés para “socialismo inglés”. Oceanía comprende el Reino Unido, Irlanda , toda América, Australia, Nueva Zelanda y el Sur de África.

Eurasia, donde impera el neobolchevismo. Eurasia comprende la Unión Soviética (incluida la parte asiática) y Europa (excepto el Reino Unido e Irlanda).
Estasia (Asia Oriental), donde impera la “Adoración de la Muerte” o “Desaparición del Yo” . Estasia comprende China, Japón y Corea.

Aquí encontramos claridad, desarrolla el relato de una forma fácil de entender, inteligible. Evita la ambigüedad y las digresiones Sin embargo debemos ser conscientes que este libro es una sátira con ecos futuristas, donde se refleja la dimensión de la crueldad humana y nos indica  cómo la ambición no conoce límite alguno en una sociedad ficticia, que bien podría reflejar nuestra actualidad, visto los hechos que hemos observado en la política, en las fuerzas armadas, etc. 

El cómo, la avaricia, ambición, puede llegar a devastar un país y sus vecinos. En 1984 nada es muy lejano a la realidad que nos ha correspondido palpar, con ira, dolor y desesperanza. Nos encontramos con un narrador que nos conduce por los pasos de un personaje llamado Winston Smith, quien  opta por rebelarse ante el totalitarismo de un gobierno que controla cada uno de los movimientos de sus ciudadanos y castiga incluso a aquellos que “piensan”,  su tremendo análisis del poder y de las interrelaciones que forja en los individuos, es factible indicar que esta novela, 1984 es una de las novelas más turbadora e interesantes, que no podemos dejar de leer.

No es extraño entonces que en pleno siglo XXI, desde la toma de posesión del 45º presidente de EE UU, "las ventas se habían incrementado un 10.000%". Hoy, jueves, todavía ocupaba el puesto número 1 en la lista de best-sellers de amazon.com (con más de 4.000 comentarios) y se encontraba en el número 16 en la lista de más vendidos en amazon.es. (El País, enero 2017)





Fragmento:

El Ministerio del Amor era terrorífico. No tenía ventanas en absoluto.
Winston nunca había estado dentro del Minimor, ni siquiera se había acercado a medio kilómetro de él. Era imposible entrar allí a no ser por un asunto oficial y en
ese caso había que pasar por un laberinto de caminos rodeados de alambre espinoso, puertas de acero y ocultos nidos de ametralladoras. Incluso las calles que conducían a sus salidas extremas, estaban muy vigiladas por guardias, con caras de gorila y uniformes negros, armados con porras.Winston se volvió de pronto. Había adquirido su rostro instantáneamente la expresión de tranquilo optimismo que era prudente llevar al enfrentarse con la telepantalla. Cruzó la habitación hacia la diminuta cocina. Por haber salido del Ministerio a esta hora tuvo que renunciar a almorzar en la cantina y en seguida comprobó que no le quedaban víveres en la cocina a no ser un mendrugo de pan muy oscuro que debía guardar para el desayuno del día siguiente. Tomó de un estante una botella de un líquido incoloro con una sencilla etiqueta que decía:
Ginebra de la Victoria. Aquello olía a medicina, algo así como el espíritu de arroz chino. Winston se sirvió una tacita, se preparó los nervios para el choque, y se lo tragó de un golpe como si se lo hubieran recetado.
Al momento, se le volvió roja la cara y los ojos empezaron a llorarle. Este líquido era como ácido nítrico; además, al tragarlo, se tenía la misma sensación que si le dieran a uno un golpe en la nuca con una porra de goma. Sin embargo, unos segundos después, desaparecía la incandescencia del vientre y el mundo empezaba a resultar más alegre. Winston sacó un cigarrillo de una cajetilla sobre la cual se leía: Cigarrillos de la Victoria, y como lo tenía cogido verticalmente por distracción, se le vació en el suelo. Con el próximo pitillo tuvo ya cuidado y el tabaco no se salió. Volvió al cuarto de estar y se sentó ante una mesita situada a la izquierda de la telepantalla. Del cajón sacó un portaplumas, un tintero y un grueso libro en blanco de tamaño in—quarto, con el lomo rojo y cuyas tapas de cartón imitaban el mármol.
Por alguna razón la telepantalla del cuarto de estar se encontraba en una posición insólita. En vez de hallarse colocada, como era normal, en la pared del fondo, desde donde podría dominar toda la habitación, estaba en la pared más larga, frente a la ventana. A un lado de ella había una alcoba que apenas tenía fondo, en la que se había instalado ahora Winston. Era un hueco que, al ser construido el edificio, habría sido calculado seguramente para alacena o biblioteca.
Sentado en aquel hueco y situándose lo más dentro posible, Winston podía mantenerse fuera del alcance de la telepantalla en cuanto a la visualidad, ya que no podía evitar que oyera sus ruidos. En parte, fue la misma distribución insólita del cuarto lo que le indujo a lo que ahora se disponía a hacer.

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