LA CONTADORA DE PELÍCULAS
HERNÁN RIVERA LETELIER
PENGUIN RANDOM HOUSE
GRUPO EDITORIAL-2017
Es un libro de
narrativa, simple, clara, trata obviamente sobre una contadora de películas que existe en
el desierto de Atacama. Acontece en un campamento, que como en todas las
salitreras de la pampa, define muy bien las tres clases sociales: casas de calamina de
los obreros, casa de adobe de los empleados y los lujosos chaleses de los
gringos. Este relato acontece, estimamos entre 1965 y 1973. Todo lo narra la
protagonista, María Margarita.
La protagonista es
precisamente la contadora de películas, importante cuando no había mucho dinero
para ir al cine. Actividad que empieza como una idea del padre de María
Margarita y que luego va interesando a la gente del campamento, tan pobre como
ellos.
La historia posee
varias tragedias: la invalidez del padre, la violación de la niña, el abandono
de la madre y esposa, etc.
Puede decirse de
este libro que aunque está bien escrito, carece del aprovechamiento de las
situaciones penosas por parte del autor, entiéndase, me refiero a que es un
relato de hechos, algo somero, como si pasara el viento tras los cristales rotos,
no hay un trabajo de profundización en las historias narradas…todo pasa como si
la niña fuera a comprar pan en un día nublado. No logra emocionar, no logra que
exista un compromiso del lector quien se desplaza por las páginas del libro,
buscando algo que atraiga su interés, que le sea atractivo y que a su vez le remueva. Tal
vez, es que los lectores actuales estén desapegados de los textos que involucran
sentimientos, palabras que calen hondo, que tengan peso, el valor del dolor, de
la angustia o de la incertidumbre, solamente este supuesto explica la venta de
tantos libros del autor, tan distantes del magnifico libro de Rivera Letelier, La Reina Isabel cantaba Rancheras,
única obra que remece e impacta relacionada con la pampa. Y es que no es, La contadora de películas, una obra
donde se vea trabajo, transpiración y/o esfuerzo escritural.
Ingrid Odgers Toloza
Fragmentos.
Fragmentos.
- COMO en casa el dinero andaba a caballo y nosotros a pie, cuando a
la Oficina llegaba una película que a mi padre —sólo por el nombre del
actor o de la actriz principal— le parecía buena, se juntaban las monedas una a una, lo justo para un
boleto, y me mandaban a mí a verla. Después, al llegar del cine, tenía que
contársela a la familia reunida en pleno en la pieza del living
- ERA lindo, después de ver la película, encontrar a mi padre y a mis hermanos esperándome ansiosos en casa, sentados en hilera como en el cine, recién peinaditos y cambiados de ropa.
Mi padre, con
una manta boliviana sobre sus piernas, ocupaba el único sillón que teníamos, y
esa
era la
platea. En el piso, a un costado del sillón, relumbraba su botella de vino rojo
y el único vaso que quedaba en
casa. La galería era esa banca larga, de madera bruta, en donde mis hermanos se
acomodaban ordenadamente, de menor a mayor.
Después,
cuando algunos de sus amigos comenzaron a asomarse por la ventana, eso se
convirtió en el balcón.
Yo llegaba
del cine, me tomaba una taza de té rapidito (que ya me tenían preparado) y
comenzaba mi
función. De
pie ante ellos, de espalda a la pared pintada a la cal, blanca como la pantalla
del cine, me ponía a contarles la película «de pe a pa», como decía mi padre,
tratando de no olvidar ningún detalle, ni del argumento, ni de los diálogos, ni
de los personajes.
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