A
modo de prólogo
Poesía de los elementos
“…Mi infancia
descubrió/ las semillas prodigiosas/ como un vuelo en los ojos de los muertos.”
Ideas. Rony
Rodríguez
El
autor hace gala de gran riqueza
metafórica, imágenes envolventes y recurrentes en todo el poemario. Tal
como observamos en el poema Ideas o en el
poema Mujer:
“¡Oh ¡ Pequeña colmena/ Difundes un manantial/ De lágrimas y la
tierra renace como un pan/ Sobre las
flores derramadas…” o bien en el poema Desgarro:
“Mi guitarra se estrecha cada
vez más/ En el laberinto perdido de la muerte/ Y en mi memoria el planeta/ Surge
como un globo rojo desintegrado…”
Así como la glándula lacrimal segrega lágrimas, la
sudoríparas el sudor; la imaginación segrega imágenes, en sentido general, se entiende
por imágenes los productos que la imaginación humana
segrega. ¿Cómo caracterizar esos productos llamados
imágenes?
Las imágenes siempre expresan valores. Las más simples imágenes de la
materia, las calificaciones más comunes, se establecen en un reino de valores.
Acá, refleja la intensidad de valores de intimidad. Entonces
el poeta encuentra así una vía para invitarnos
a su sutil, delicado universo interior.
No
deja de llamar la atención que en el texto están presente los elementos de la
naturaleza.
Estos
elementos son, como dice Gastón Bachelard (1), verdaderas hormonas de la imaginación. Ellos despiertan las
acciones originarias de imaginar, de soñar lo circundante. Este mundo que
impacta y sorprende por su fuerza, su regularidad, su esplendor.
Los
cuatro elementos constituyen un tejido de imágenes fundamental en las
construcciones socioculturales y en los imaginarios simbólicos de las
civilizaciones antiguas. Dadas las propiedades del agua, en gran parte de las
mitologías, se le considera como el mantenedor de la vida que circula a través
de toda la naturaleza en forma de lluvia, savia, leche o sangre.
Ernst
Cassirer (1984) en su antropología filosófica, plantea que:
“El hombre no
puede escapar de su propio logro, no le queda más remedio que adoptar las
condiciones de la propia vida; ya no vive solamente en un puro universo físico,
sino en un universo simbólico. El lenguaje, el mito, el arte y la religión,
constituyen partes de este universo, forman los diversos hilos que tejen la red
simbólica, la urdimbre complicada de la experiencia humana”.
Es
por ello que la capacidad simbólica del ser humano define su esencia y su forma
de relacionarse con el mundo. En esta
medida, la literatura como construcción humana es también una creación
simbólica que no se agota en un sentido específico, sino que es portadora de
multiplicidad de acepciones y simbologías; teniendo en cuenta lo anterior, el
símbolo se define como una imagen no racional que escapa del dogmatismo lógico
propio del signo y encuentra desde la imaginación el fundamento del mundo y la
creación de otras realidades como la onírica o surrealista. Por ende, el
símbolo es una imagen que corresponde a otras efusiones del ser humano.
Agua:
Este elemento natural, al decir de Gastón Bachelard (1993), posee una potencia
maternal debido a su simbología femenina, el deseo del hombre según Jung “es que las sombrías aguas de la muerte se
conviertan en las aguas de la vida, que la muerte y su frío abrazo sean el
regazo materno”.
Esta
concepción filial del elemento natural se identifica con la creencia mítica de
las culturas antiguas en la que se plantea la creación del ser humano por parte
de los dioses, de ahí que se requiera volver al progenitor (agua) para obtener
nueva vida.
Es
pertinente precisar que en “El aire y los sueños”, texto de Bachelard, vemos
cómo la imaginación crea las imágenes y los pensamientos, y éstas se imaginan
en nosotros en lugar de nosotros imaginarías, de una manera pura, abierta y
libre; donde el elemento primario es el aire.
El
aire es un elemento fundamental porque "Por el aire toda la vida y todos los movimientos son posibles."
(Bachelard, 1993:6-+)
El
aire se relaciona esencialmente con tres factores: el hálito vital creador
(simbolizado en la palabra), el viento de la tempestad, que muchas mitologías
vinculan a la idea de creación; y, tercero, el espacio, como ámbito de
movimiento y de producción de procesos vitales.
En
el simbolismo elemental se asocian al aire: la luz, el vuelo, la ligereza, el
perfume, el olor... El francés Gastón Bachelard, citando a Nietzsche reescribía
que "el aire es una especie de
materia superada, adelgazada, como la materia misma de nuestra libertad".
El
fuego se representa en los jeroglíficos egipcios con el sentido solar de la
llama, asociado a la idea de calor corporal como signo de salud y vida. En la
mayoría de los pueblos primitivos, el fuego es un demiurgo, hijo del sol y su
representante en la Tierra (de ahí que se asocie con rayos y relámpagos por una
parte y por otra con el oro).
El
elemento tierra, junto con el fuego, el agua y el aire, es uno de los cuatro
elementos de las cosmogonías tradicionales en Occidente y está presente en
todas las religiones y sus rituales, en la filosofía esotérica, en la alquimia
y en la astrología. Se considera pasivo y femenino, al igual que el elemento
agua, frente al aire y el fuego, activos y masculinos.
Que
el lector pueda encontrar alguna otra piedra preciosa en las páginas de este
libro que muestra una escritura contemplativa donde la soledad, el dolor y las interrogantes se visten de múltiples imágenes, una poesía pura, diáfana, que sin duda irá evolucionando y madurando en el tiempo.
Ingrid
Odgers Toloza
¿Por qué
utiliza Bachelard la imagen del vuelo?
Porque
"el pájaro es el aire libre personificado." (Bachelard, 1993:101)
(1)Nota:
Gastón Bachelard, poeta, físico, profesor y crítico literario francés.
(2).
El agua
y los sueños: ensayo sobre la imaginación de la materia, México, FCE, 1994.
(3)
El aire y los sueños: ensayo sobre la imaginación del movimiento, FCE, 2003.
Concepción,
13 de septiembre de 2016.
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