La empresa de ballet está en quiebra y decide una re-estructuración para la representación del Lago de los Cisnes, destituyen a la bailarina (de cincuenta años) del papel del cisne, y el director, Thomas (Vincent Cassel), selecciona de un grupo de bailarinas, la nueva protagonista. Todas anhelan tener el papel. Nina Sayers (Natalie Portman), es una de ellas. Desde su audición, empieza a tener alucinaciones. La primera, creer que Thomas intenta seducirla, luego de informarle que otra ha sido designada para el papel. Trastornada comunica esto a su madre, ex bailarina frustrada (nunca tuvo el papel del cisne ni consiguió el éxito). Se siente acosada y presionada por su madre, le sangran las uñas, la espalda. Paralelo a ello, y luego de informarse que tiene el rol principal, se siente perseguida por la bailarina Lily (Mila Kunis), que designan su reemplazante en caso de enfermedad, cree que le quiere usurpar su rol protagónico a toda costa y se ve seducida por ella. Encontramos en la película, escenas de represión sexual, masturbación, lesbianismo, relaciones heterosexuales no consumadas, donde la soledad, el deseo, el miedo y la violencia se lucen al compás de una música que impregna aún más la atmósfera de misterio que Cassel, Portman, las tomas, la fotografía, los efectos y la edición proporcionan.
Una película intensa, que tensiona, angustia, que mantiene la atención, y que no es de fácil comprensión para el /la espectador/a común.
El guión construido por un equipo de guionistas (que rearmaron el guión titulado El actor suplente), tiene el tinte de la narrativa de la escritora ganadora del Premio Nobel, Elfriede Jelinek, quien en su novela La pianista, resplandece con una estética de la neurosis, la paranoia y el absurdo, estructurando una obra artística visceral y completa.
Cine y literatura se unen de forma magistral, la película El cisne negro es recomendable de todas maneras.
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