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domingo, 13 de enero de 2008

Pantaleón y las Visitadoras- Mario Vargas Llosa

Un comentario de Ingrid Odgers

El escritor Mario Vargas Llosa, en su obra “Pantaleón y las visitadoras” realiza una sátira a la autoridad militar peruana.

Todo se inicia cuando el intachable militar que es Pantaleón es llamado por sus superiores para recibir una inédita, absurda y ridícula misión: organizar un equipo de prostitutas (a las que el llama visitadoras), para animar la rutina cotidiana del ejército peruano y compensar las necesidades erótico sentimentales.

La primera chanza a los militares la encontramos en la sigla SVGPFA, el autor muestra la prostitución como un servicio especial bajo el nombre de Servicio de Visitadoras para Guarniciones, Puestos de Frontera y Afines.

“el suscrito, capitán Pantaleón Pantoja, encargado de organizar y poner en funcionamiento un servicio de visitadoras para guarniciones, puestos de forntera y afines (SVGPFA) en toda la región amazónica, respetuosamente se presenta ante el general Felipe Collazos (...)”

La gran parodia encontrada en la obra, es que los soldados nacionales no ejercitan en forma rigurosa como se estila en un ejército "normal", entrenan con estas mujeres del servicio especial de visitadoras. La manera de funcionar del servicio queda registrada en este párrafo:

“Le he afectado un depósito en las afueras de Iquitos, a orillas del río. Vaya siempre de paisano. Nadie debe enterarse que ese lugar tiene la menor vinculación con el Ejército. ¿Comprendido?”

Es decir, este servicio debe ser prestado en forma eficiente y furtiva, para ello eligen al funcionario más destacado por su diligente accionar y lo envían a una misión que lo rebaja como hombre y como funcionario militar. Pantoja debería haber ejercido una tarea más digna, pero tal como lo indica el autor en la historia, él era extremadamente obediente a sus superiores. La moral de Pantoja se ve afectada al momento de decidir si llevaba a cabo o no este emprendimiento, pero fue más potente el deseo de acatar las órdenes y servir al ejército.

Pantaleón hubiera podido llegar a ser un héroe de la Patria como el mismo general Victoria lo recalca: “Un oficial sin vicios -se admira el general Victoria”-. El mismo oficial ejemplar se transforma en un oficial con vicios gracias a la manga ancha de su respetada institución y a la falta de ética de sus superiores. El hombre llega hasta engañar a su esposa (hecho inconcebible para el buen Pantaleón) con Olga, “la brasileña”, una de las “visitadoras” más bellas.

“ah, Jesús, eres incansable, Pantita (...) tú solo me das mas trabajo que un regimiento (...) la primera vez que te vi pensé que no habías engañando nunca a tu mujer.”

Observamos como muestra Vargas Llosa a los hombres, ninguno nos dice (ningún hombre, aún cuando pertenezca a las honorables fuerzas que defienden la Patria) es una persona "perfecta" ya que todos, sin excepción sucumben ante la incitación femenina , más si es puesta y expuesta por sus propios superiores. Y lo hacen sin ningún asco ni respeto. Vemos también como aquellos que tienen valores los transan sin remilgos por las más bajas pasiones cubiertos por el escudo del "servicio a la Patria". El protagonista se degenera en el transcurso de la historia, no sólo acepta un trabajo que rivaliza con sus principios, sino que no posee ningún respeto por su amante.

“- no aguanto más, rápido, rápido (...), le manifiesta a “la brasileña” -yo encantada, Pantita, pero al menos espera que parta Eva (...) - no espero ni un minuto, responde y se arranca la camisa, se baja los pantalones (...)”, mientras mantienen relaciones, obliga a callar a la mujer con el fundamento de que ella lo desconcentraba. Ella murmulla algo, y él le dice: ¿no puedes estar callada ni siquiera este momento?”

Lo cual nos habla del macho brutal que aloja el protagonista, arquetipo de muchos otros.

Es evidente que tanto ella como el resto de las mujeres que mantienen relaciones con Pantoja, se ven obligadas a hacerlo por ser él quien les provee el trabajo. En otras palabras, él era lo que se denomina un vulgar cafiche. Claro que Pantaleón no se siente merecedor de este vocablo. Recordemos también, que las muchachas de esta novela trabajan bajo el nombre de “visitadoras”, no de prostitutas, ni meretrices, ni de “lavanderas”, término que alude a las prostitutas callejeras.

Vargas Llosa presenta la crisis de valores de los militares ( ¿o de la sociedad en general? ) y lo hace de una manera repulsiva a ojos del lector(a): castigan a Pantaleón por vestir su uniforme militar en el velatorio de "la brasileña".

Durante los funerales de la visitadora Olga, Pantaleón le rinde honores como si fuera un militar fallecido:

“hemos vestido nuestro glorioso uniforme de oficial del ejército del Perú, para venir a acompañarte a éste que será tu último domicilio terrestre (...) hemos venido hasta aquí, para mostrar sin vergüenza y con orgullo, que éramos tus amigos y superiores, que nos sentíamos muy honrados de compartir contigo la tarea que el destino nos había deparado”

Esta es la única vez en que Pantaleón muestra nobleza. Pero como todo acto y buen acto, nos señala el autor, conlleva su costo. El Ejército envía al protagonista a la Puna. Nadie de los presentes lo volvería ver y nadie lo relacionaría con las visitadoras y los sucesos acontecidos en la Selva Amazónica.

Absurdo exponencial, bajas pasiones, transacción de valores, machismo odioso, el doble estándar siempre vigente en la sociedad actual es magistralmente puesto ante los ojos del lector(a), quien no se sorprende en lo absoluto ante la evolución del personaje ni ante la hipocresía o la falsedad de la institución o las instituciones. Excelente caricaturización.

Las palabras sobran.

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