DESIERTO FLORIDO
La palabra que sustenta
Por Ingrid Odgers Toloza
En Desierto florido de Mío Araujo, encontramos la delicadeza de
la palabra, pero a su vez, una palabra cargada de significado, en una actitud
lírica enunciativa, donde el hablante
toma la posición del observador y su discurso es fundamentalmente la
descripción, pero no una cualquiera, sino que utilizando una expresión poética
con densidad, es decir, una palabra que posee a la conciencia más intensa que tiene de sí el instante, la voz
poética disfruta plácidamente en dicho intervalo.
Es esta una voz serena, donde se han aplacado las tormentas del
alma, como nos dice el gran Octavio Paz:
La poesía se
emplea para aplacar las tormentas del alma, redimir a una mujer o un hombre o
llenar el corazón de ese sentimiento llamado amor. Puede, en dosis bien
servidas, alimentar el espíritu, asustar una soledad y alejar una tristeza.
Araujo, se desplaza con gracia, como profesora de Literatura que
es, con atención al lenguaje mismo, en
poemas breves, concisos, a veces crípticos, siguiendo la voluntad del hablante.
El poemario se sustenta en un reproche pacífico, quieto, presente
principalmente en el poema Moneda:
allá
a los pies del
planeta
donde sé que
existes
el cielo tiene
una cruz de
estrellas en el pecho y
la ciudad
principal muestra
amputaciones de
vocales
mucha k muchos puntitos sobre úes
Poco ehue poco
rayén y
Un haz de
unicelulares
impone su
lengua y su ley
desde
una moneda
La autora presenta una escritura templada, quieta, carente de
violencia, ira o disgusto, de hondo significado y a veces, críptica.
¡Con qué delicadeza nos
habla de la injusticia!
¡Con qué delicadeza nos habla de la esclavitud actual!
¿Quién no es esclavo y quién no es manejado por un pequeño grupo
de poder?
Representa por cierto a una multitud de cautivos que quieren surgir,
ver nuevos caminos, nuevas rutas, pero quedan estancados en la forma, principalmente
en la falta de unidad. No es el caso de este poemario donde existe equilibrio
entre la forma y el contenido, hay una perfecta comunión.
Mío Araujo logra en “Desierto florido”, someter la palabra, encumbrarla y escribirla con
inusual sencillez y claridad. Con una cosmovisión reflexiva, serena y con una
inteligente protesta ante los hechos de iniquidad, despedida o abandono, se
goza en los colores infinitos del desierto. Hay un abanico multicolor en la vasta soledad del
desierto y eso al fin y al cabo, es lo que cuenta. Podemos, entonces seguir soñando
con mejores días. La palabra nos sustenta.
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