COMENTARIO LITERARIO
LA MUJER HELADA
ANNIE ERNAUX
Lydia Vázquez Jiménez (Traductor)
EDITORIAL CABARET VOLTAIRE AÑO 2019
POR: Ingrid Odgers Toloza
“Por
mi parte, y cómo, también mordí el anzuelo de la mujer
total,
al final hasta orgullosa de conciliarlo todo, de llevar en mis brazos la
subsistencia,
un crío y tres grupos de francés, guardiana del hogar y
dispensadora
de saber, supermujer, no sólo una intelectual, en definitiva,
una
mujer armónica”
Relato
narrado en primera persona. Un libro breve. La mujer helada o La mujer
congelada, solidificada, petrificada, etc.
Ernaux, en este relato muestra su escritura seca, directa, sin adornos de ningún tipo, escribe con desvergüenza, con insolencia, inteligencia y valor, aunque sean incómodas, aunque importunen incluso a las propias mujeres bailando como abejorros encima de su cabeza. Es una narrativa irónica, burlona, extremadamente mordaz.
Describe con evidente fastidio la vida rutinaria, plana de la mujer casada, su propia vida, su desencanto como mujer, esposa y madre, todo el reflejo de una sociedad eminentemente patriarcal.
Es el retrato de una época mucho más dura que la actual, para la mujer, algunas situaciones tal vez ya se superaron, pero no es necesario el autoengaño, continúan existiendo muchas niñitas buenas, hacendosas que serán señoritas bien, instruidas para encontrar un buen marido, mujeres que dichosas y resignadas a su papel en el mundo, limpiaran la casa, cambiarán pañales, harán la comida, agitaran el plumero sobre los muebles y libros, y mientras esperan que el marido llegue del trabajo dan un paseo con el cochecito del bebé por el parque donde conversa con otras madres. Da igual, siempre habrá hombres a los que les guste ese tipo de mujer. Lo que sí es necesario, es conseguir que cualquier otra forma de vida sea una opción posible y natural como esa pueda serlo.
En
un momento me trajo a la memoria el ensayo Contra los hijos, de Lina
Meruane, al leer el libro de Meruane me queda claro que los
discursos sociales sobre la maternidad y la crianza han cambiado y es,
precisamente ese discurso, el que subraya la diferencia entre la crianza actual
y la de antaño: antes una madre hacía lo que podía; hoy se le exige ser una
“supermadre” y eso es, precisamente, lo que ha transformado a los hijos en una
suerte de sujetos tiránicos.
La
protagonista está inmersa en su peor pesadilla, esposa y madre que ha perdido
su apellido, aspiraciones y la esperanza en conseguir mantener una relación
igualitaria. El estoque final llega con el nacimiento del hijo.
Ernaux
describe el contexto en el que se produjo su decisión. Es comprensible el poder
del entorno, de las amigas que buscan casarse, tener hijos, renunciar a su profesión,
pero no olviden que no existe el reparto de tareas, que la carga se lleva toda
la mujer mientras la carrera profesional de su marido va en ascenso.
Esta
novela breve, no es solo la denuncia de una sociedad que perpetúa roles de género,
acá el rol de la mujer es morirse de aburrimiento envuelta en tareas del hogar y
los hombres con toda la libertad para trabajar, libertad para tener tiempo
libre, para socializar, ir a reuniones con amistades, tomarse un trago o dos en
el bar, mientras allega a la mujer a una vida de insatisfacción y desdicha.
Esta obra es un grito a las propias mujeres para que no se dejen aprisionar, que
tomen conciencia de que tienen una gran parte de responsabilidad por su estado,
que es necesario tener voz para condenar, fuerza y decisión para gobernar su
propio destino.
FRAGMENTO
Sin duda necesitaré montones de cosas para mañana, para los otros días. Entonces, ya no tengo ganas de escoger nada más. Avanzo entre los pasillos de comida cada vez más indiferente. Todo me horripila, la música, las luces y la determinación. de las demás mujeres. Se apodera de mí una amnesia alimenticia. Si me dejara ir, saldría de inmediato. Hacer un esfuerzo, echar a ciegas en el carro embutidos envasados al vacío, quesos, esperar con serenidad en las cajas detrás de carritos victoriosos rebosantes de manduca, que las clientas exhiben ante ellas con las dos manos. Sólo me siento liberada fuera. La náusea existencial frente a una nevera o detrás de un carrito, qué bueno, a él le haría gracia. Todo durante aquellos años de aprendizaje me parece penoso, insignificante, indecible, a no ser que sea en pequeñas quejas, en migajas de jeremiadas, estoy cansada, no tengo cuatro brazos, hazlo tú si quieres, la melopea doméstica me viene espontáneamente y él la escuchaba sin inmutarse. Como un lenguaje normal. O esas recriminaciones de observador externo que interiormente el jefe califica de cantinela obtusa y prescindible.
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