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jueves, 2 de diciembre de 2010

Come Reza Ama - Elizabeth Gilbert


Come Reza  Ama
Elizabeth Gilbert
Por
Ingrid Odgers


La novela Come Reza  Ama de Elizabeth Gilbert es un texto autobiográfico donde la autora narra su peregrinación espiritual por Italia, India, Indonesia. Elizabeth es una escritora que enfrentada a una existencia insatisfecha, marcada por la angustia, tristeza, sensación de vacío interior, experimenta una serie de dudas respecto  a su vida, pese al hecho de ser exitosa, adinerada. Casada hace seis años, no se vislumbra como madre y no es una mujer realizada y feliz. Decide divorciarse y emprender un viaje que la ayude a superar la crisis existencial que la embarga. En el viaje conoce a jóvenes italianos, familias  indias, chamanes, curanderas y a un brasilero radicado en Bali que se dedica a la exportación e importación de joyas, quien es un divorciado que confiesa ser también un decepcionado del amor.
Es esta una narración sencilla que logra entretener, a veces emocionar y contiene todos los condimentos para ser el best-seller que finalmente resulta ser: Desazón, divorcio, infidelidades, algo de aventura, romance, búsqueda de la felicidad. Una de las razones que puede haber incidido en su éxito es la gran cantidad de personas en el mundo que se han sentido reflejadas en los relatos de Gilbert, con las mismas inquietudes, soledad y sufrimientos que la autora, en especial el público femenino. Es a su vez llamativo leer una novela que nos habla de otros mundos, otras visiones y de la búsqueda de la espiritualidad que es la nos “salva” en esta tierra, en la medida que el conocimiento de ella nos permite enfrentar problemas y peregrinar por la vida con la certeza de un amor superior que habita en cada uno y una de los  y las habitantes del planeta.


Fragmento:
"...Al día siguiente, en cuanto salió el sol, llamé a mi amiga Su san y le supliqué que me ayudara. En toda la
historia de mi familia no sé de ninguna mujer que haya hecho eso, que se plante a medio camino, en la
mitad de su vida, y diga: «No puedo dar un solo paso más... Alguien tiene que ayudarme». En cualquier
caso, creo que a ninguna de esas mujeres les habría servido de nada detener sus vidas. Nadie las habría
ayudado, porque nadie podía ayudarlas. Sólo habrían conseguido morirse de hambre ellas y sus familias. El
caso es que no podía dejar de pensar en esas mujeres.
Y nunca olvidaré el rostro de Susan cuando entró casi corriendo en mi apartamento, como una hora
después de recibir mi llamada de socorro y me vio echa un guiñapo en el sofá. Aún sigo viendo la imagen
de mi dolor reflejada en su rostro —sé que llegó a temer por mi vida— y es uno de los recuerdos más
espeluznantes de aquellos espeluznantes años. Yo me quedé hecha un ovillo mientras Susan hacía varias
llamadas para dar con un psiquiatra dispuesto a darme cita para ese mismo día y hablar de la posibilidad
de recetarme antidepresivos. Oí lo que Susan le contaba al médico y la oí decir: «Me temo que mi amiga
pueda autolesionarse gravemente». Yo también me lo temía.
Cuando fui al psiquiatra esa misma tarde, me preguntó por qué había tardado tanto en pedir ayuda..."



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