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jueves, 7 de enero de 2010

CORRECCIONES ELEMENTALES O LA INSOLENCIA DE CESAR VALDEBENITO


COMENTARIO LITERARIO





A LA PUTA QUE LLEVÓ MIS POEMAS
BUKOWSKI
“Siempre habrá dinero y putas y borrachos
hasta que caiga la última bomba..”

Adentrarse en la novela de Valdebenito es a lo menos una experiencia inquietante. La prosa en que se funde esta obra narrativa resalta por la llaneza, el efecto duro y sin adornos, la tendencia a los recursos antipoéticos y también por la síntesis con que se expresan los diversos estados anímicos de los personajes y su entorno. El diálogo literario no se ajusta a las gastadas convenciones y los castrante preceptos. La insolencia proscribe esos pomposos encuentros cargados de solemnidad y condimenta los coloquios de impudicia y libertad. La insolencia provoca e induce, cumple su rol de efervescente químico en “Correcciones elementales”.

El autor, dueño del  latido y  desarrollo de los hechos que narra, ve la realidad, también la quebradura y atrapa con su mirada todo lo que vomita su cauce.
Transitan Paula, Carlota, Francisca, Romina, Leonardo, Rodrigo, Preiss, Ernesto junto a temas como el sexo, la masturbación, los fellatios, las películas ignotas, los bares míseros, vino, cinzano, relaciones prohibidas o el padre metido en una bolsa, etc. Todos perdidos en la ciudad, sin destino.

Nos enfrentamos a un ejercicio literario que es una ininterrumpida cadena de sucesos, cuestionamientos y una febril obstrucción de las certezas.

Se trata de una propuesta sin reservas, las cosas como las viven y como son sus personajes: simples. El ser humano  desnudo en algún momento de su existencia.

Valdebenito, es un creador de una literatura provocadora y sórdida,  cargada de indolencia, pero no encontramos a Henry Hank Chinaski, alter ego del propio Bukowski (1), aquí el alter ego es Claudio, escritor que se niega a trabajar, el trabajo es una cadena que coarta la libertad para escribir, para vivir, observar y analizar la realidad de las calles de su ciudad, esos márgenes que se ocultan por no corresponder a los estándares aceptados socialmente y que le son propicios, indispensables para su creación literaria. Claudio es el  irreverente amigo de sus amigos y amigas, con una gran fijación sexual, soez, fuerte, provoca rechazos, es como un “renacuajo revolcado en el barro”, según su propio decir, que encuentra su tranquilidad en una biblioteca acompañado siempre de uno de sus eternos y peculiares amigos.

En la prosa de Bukowski el alcohol, el sexo, la soledad y los aspectos más absurdos y sórdidos de nuestra civilización (5) ocupan un lugar de honor en su obra, autobiográfica en un 90%, y es aquí donde se produce la intersección con la narrativa de Valdebenito. A su vez,  en “Correcciones elementales”, trabaja una línea narrativa que raya en el desenfado, potencia la idiosincrasia, lugares y espacios públicos penquistas, el sentido de la vida llana, de gente común, expresándose hábil y singularmente. Más bien dicho es un lenguaraz que osado, firme y  poseso marcha por la creación literaria.

Valdebenito arrastra atisbos del Miller (2) de Trópico de Cáncer. Y es que esta novela es una autobiografía contada de una manera ágil,  honesta, donde se narran las pesadumbres y desventuras de un autor que reside en Concepción, (tal como Miller y su vida  en París con la segunda guerra mundial encima).  Esta es  una novela reflexiva y a la vez es una obra escrita a borbotones, un verdadero exorcismo  de sus múltiples y heterogéneas vivencias. Autor libre de  tabúes, normas, prejuicios,  que forja una narrativa no apta para cualquier lector, menos para quien se rige por los parámetros de la literatura clásica apegada a los añejos cánones tan conocidos y re-conocidos por los adictos a la academia.

El aspecto más sobresaliente es que es capaz de relatar, con un lenguaje claro, preciso, descarnado, una vida desenfrenada donde todo son experiencias nuevas, desilusiones posteriores y continuos peligros.

César Valdebenito no incluye las sensaciones e impresiones de su personaje reiterativamente, el corre por la vida y nosotros corremos a la vertiginosa  velocidad por la que nos lleva la vorágine de su escritura.

Atisbos del Baily (3), ganador del premio Herralde de Novela, con  “La noche es virgen”. Bayly, a pesar de ser considerado un escritor "light" por abordar, aparentemente, temáticas irrelevantes, es un escritor que se destaca por su estilo directo, sencillo y convincente, y por un manejo de diálogos muy sugestivos y persuasivos, siguiendo las influencias del escritor peruano Alfredo Bryce Echenique y del argentino Manuel Puig.

Algo de Salinger (4), con su Holden Caulfield de “El guardián entre el centeno”.  Holden es un niño mimado por sus padres, consentido hasta la saciedad, al que nada le gusta y todo  aborrece. Holden Caulfield cínico, sarcástico, arisco, resignado e irascible, el que sorprende en su conversación con Phoebe, en la que su hermana le pregunta: “¿Qué te gustaría ser?” “¿Te acuerdas del poema de Robert Burns ‘Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo, cuando van entre el centeno’? [...] Yo sería el guardián entre el centeno. Evitaría que los niños cayeran a un precipicio”.  El antihéroe, lo único que busca es proteger ese mundo infantil donde la felicidad es plena y absoluta, y quiere protegerlo de encontrarse con un mundo hipócrita, malvado y feo.

Al revés de César Valdebenito, que a ratos nos parece un niño mimado, hay que decirlo, no quiere protegernos, más bien revelarnos, develarnos las bajas y oscuras pasiones que mueven  al ser, arrastrarnos al vacío, la soledad y la angustia que azotan a cientos y cientos de Claudios y Rominas, en la incomprensible Concepción, ciudad apática y fría que enclaustra.

En efecto, es una obra  que no es para todo el mundo, y la impresión que el lector  se lleve de este libro depende mucho de la actitud con la que  acoja su lectura. De todas maneras, representa una realidad muy actual, querámoslo o no los personajes que se pasean por su “pluma” son en cierta forma los arquetipos que arrojamos al rincón más oscuro de “nuestra casa” y no nos atrevemos a dejarlos salir. Valdebenito sí se atrevió con una historia que registra violentamente el vacío de una sociedad en el ocaso.

Fragmento:

“Nos sentábamos en la plaza durante horas y eso tampoco importaba. Nos daba lo mismo estar parasitando en la noche de la nación que tenía la puta bandera o segur caminando. En ocasiones nos encontrábamos con Romina, cada vez más inteligentísima, mística. Romina, que venía de un sótano o de una casa abandonada después de regar, con un cuentagotas, las minúsculas plantas de marihuana. Cuando estaba borracha le daba por colocarse mi camisa a cuadros, una corbata y gafas a lo John Lennon y así entrar cantando abiertamente y a todo pulmón en la comisaría o meterse al monasterio de monjas de la calle Trinitarias, gritando que iba a violar a la madre superiora y, a renglón seguido, juraba que pretendía examinarle el clítoris a una novicia. O entraba con una camiseta hasta las rodillas  y se ponía a dar vueltas por los pasillos, silbando y gritando: ¡Miren lo que tengo aquí abajo, miren lo que tengo! Sabíamos que Romina, alguna vez, había andado con un viejo vegetariano, tísico, gonorreíco, auditor empedernido del noticiero del Canal Católico. El señor gorroneíco (como le decíamos nosotros), le pagaba los cachureos y las hamburguesas. Ella me divertía, porque siempre partía con un discursito sin pies ni cabeza. Subiéndonos el cuello de la chaqueta empezábamos a caminar sin rumbo. Metiendo la nariz en el viento. Escuchando las estupideces de Romina como si cada día constituyera la ruptura con la vida que nos mentía.


Ingrid Odgers



Notas:



2 comentarios:

  1. Es la mejor crítica que he leído de la novela de Valdebenito.
    Gran lenguaje, palabras precisas, certeras que interpretan con excelencia las "insolencias" de nuestro irreverente y atrevido autor.
    Estimada Ingrid ¡me siento totalmente interpretada por vuestro comentario!
    Un abrazo,
    Marisol Montero V.

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  2. Gracias Marisol, por dejar tu comentario

    abrazo, ingrid

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