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«Leer sin meditar es una ocupación inútil». Confucio

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sábado, 26 de julio de 2008

Los detectives salvajes- Roberto Bolaño

Roberto Bolaño expresó: “En “Los detectives salvajes” hay todo un ataque a una serie de escritores españoles, después de haberme cepillado a un montón de escritores mexicanos, en donde ataco ese querer hacer carrera mediante las letras.”
Pero Bolaño no es ingenuo y es así como al mencionar la literatura mexicana utiliza nombres ficticios que a veces son identificables y otras no. Pero es claro que el protagonista en la novela se relaciona con el propio Bolaño (Arturo Belano) o que hay mucho de autobiografía.
“No sé muy bien en qué consiste el realismo visceral. Tengo diecisiete años, me llamo Juan García Madero, estoy en el primer semestre de la carrera de Derecho. Yo no quería estudiar Derecho sino Letras, pero mi tío insistió y al final acabé transigiendo. Soy huérfano. Seré abogado. Eso le dije a mi tío y a mi tía y luego me encerré en mi habitación y lloré toda la noche.”
Presenciamos entre otras cosas, una historia de zambullida sexual, pues García Madero se enamora de una niña, tiene relaciones con su hermana y termina dejando a ésta por una prostituta, y a ésta por otra y todo con la ayuda del padre de las hermanas (Angélica y María), un arquitecto catalán fracasado y al borde de la locura.
García Madero entra a formar parte de un grupo que ni él ni nadie parece comprender claramente en qué consiste ni qué pretende.
El grupo tiene dos cabecillas, Ulises Lima y el chileno Arturo Belano. Ulises es un tipo feo, sin encanto, que probablemente se gana la vida vendiendo marihuana y que se la pasa leyendo grandes poetas más o menos malditos, en libros por supuesto robados. Belano es un chileno cuya indolencia sólo es superada por el propio Ulises. Salvo las hermanas Font, que viven en la Condesa y cuyo padre, Quim, acabará en el manicomio, los demás personajes viven en cuartuchos de azotea o en departamentos minúsculos de la Ciudad de México de los 70.
Casi inmediatamente presenciamos el fracaso en el que culminan todos los propósitos idealistas de los personajes. El chico no puede enamorarse o si lo hace traiciona rápidamente su pasión, y termina esclavizado por la fuerza de su sexualidad adolescente. No sólo deja la carrera de abogado, sino la de cualquier otra cosa, y se lanza -o es lanzado- a una misión doble y absurda (la salvación de la prostituta, que ni quiere ni ha pedido que la salven, y la búsqueda de las “raíces” del real visceralismo en el norte del país). El diario se interrumpe un 31 de diciembre de 1975, cuando García Madero, la prostituta, Ulises Lima y Arturo Belano se embarcan en el Impala de Quim siguiendo la huella de una mujer de quien sólo han oído hablar, de la que no conocen ni una sola línea escrita, pero a la que consideran como poseedora de una verdad poética que ellos imaginan definitiva.
Los líderes del real visceralismo esperan que una vez encontrada Cesárea Tinajero les revele y les comparta esa verdad absurda y solamente intuida.
La segunda parte de la novela consiste en la reconstrucción de la historia de Ulises Lima y de Arturo Belano, quienes más bien eran personajes laterales en el diario del muchacho, a través de distintos testimonios. Estos son narrados por muchos personajes, cerca de cuarenta reales o ficticios. Entre los primeros, están con todo y su nombre claramente reconocible, Carlos Monsiváis, Maples Arce, Verónica Volkow, Joaquín Vázquez Amaral, quienes muy brevemente comentan algún encuentro que sostuvieron con los real visceralistas. Entre los segundos están varios que aparecen en el diario de García Madero, pero curiosamente éste desaparece por completo de la novela.
Diversas voces narran esta segunda parte, en tono nostálgico, antipatía o indiferencia, episodios que involucran a Lima o a Belano o a algún otro miembro del real visceralismo y pueden leerse piezas independientes de la novela, como la historia de Auxilio Lacouture, una uruguaya que resiste la ocupación militar de la UNAM. Auxilio vive como una epopeya su resistencia no planeada durante la ocupación, pasando días de hambre y frío y miedo encerrada en un baño del piso más alto de la Facultad de Letras, sin hacer nada más que sobrevivir, días en los que pierde la noción del tiempo y en los que toda su fuerza la emplea en “resistir” porque ella se sabe o se cree el último bastión universitario, una mujer uruguaya que en realidad no pertenece a la UNAM ni como maestra ni como alumna, pues sólo asiste como oyente o buscando algún trabajo de free lance, y que al cabo de sus días de sacrificio absurdo en realidad no obtiene nada de ello: ni cambió el curso de la historia, ni objetivamente ayudó a nadie, ni pudo lograr ni obtener absolutamente nada. Ni siquiera el derecho a ser reconocida, pues su hazaña se difunde y después de un tiempo llega a escucharla en boca de otros, con algunos cambios, y en estas nuevas versiones ella ni siquiera ocupa un lugar en la historia. Precisamente en este sentido es una metáfora de todo lo que ocurre a los protagonistas de Los detectives salvajes: ellos viven sus actos como parte de una misión poética importantísima, como un asunto en el que se juegan la vida personal y la vida cultural del México de la época, pero nada de lo que hacen parece valer la pena, sus poemas son infames, su obra es deleznable, y la búsqueda del sentido de lo que están haciendo resulta inútil para ellos mismos y letal para otros.
La tercera parte de la novela retoma el diario de García Madero donde éste lo había dejado, el 1 de enero de 1976. El autor del diario parece no tener sustancia después de que hasta su existencia ha sido puesta en duda en toda la parte central de la obra, y poco a poco se pierde en el absurdo de lo que ocurre a su alrededor. Junto con Ulises Lima, Arturo Belano y Lupe, la prostituta, siguen un camino doble de huida del bajo mundo soez y peligroso que representa el padrote de Lupe, y de búsqueda inútil del presunto secreto de Cesárea Tinajero.
Deambulan insensatamente por el desierto de Sonora, en una y otra dirección, arriesgándose a ser asesinados y a la vez sintiéndose más y más cerca de la presencia (y del poderoso secreto) de Cesárea Tinajero. Finalmente, encuentran ambas cosas: la otra cara de la muerte, la consecución del absurdo, un pretexto para huir y para renunciar a cambiar la cultura de este país, un secreto que no dice nada. Una verdad infructífera.
¿Formó parte el autor del grupo de los real visceralistas o infrarrealistas? ¿Es Arturo Belano una especie de alter ego de Roberto Bolaño? ¿Es verdad lo que cuenta sobre la secretaria de Paz y de Paz mismo? ¿Es el Zopilote Colina, José de la Colina? Esta novela puede parecer un recuento de episodios oscuros de la vida cultural o una colección de embustes, pero no es sólo eso. El que la novela haya triunfado en España (es la ganadora del Premio Herralde 1998) apoya el hecho de que su lectura no tiene por qué depender de ninguna referencia a los vicios privados del círculo de intelectuales mexicanos. Se destaca el aliento épico de la novela, de una épica que canta, eso sí, a un dúo de fracasados.
Los detectives salvajes, es una caricatura de la literatura mexicana y española, una burla a los poetas y escritores en general, con sus sueños de cambiar el mundo o la lucha por obtener galardones de la literatura nacional o planetaria. Devela a un ritmo ágil, vital, casi revolucionario o caótico: las ilusiones, las constantes caídas o fracasos de los escritores, los vicios y vanidades de un ambiente no sólo a veces mísero en humanidad sino carente de bases materiales y sustentos.
Bolaño no escatima recursos para revelar la estupidez del mundo literario, donde todo es veleidad, rivalidad, vanidad, desierto y hastío. Promesas incumplidas, amistades que se rompen, búsquedas sin sentido.
¿Qué es sino ser escritor?
Un vagar en una cuerda de incertidumbre y vacío, un loco o una loca inmerso(a) en el mundo automatizado, frío e indiferente. Lo único nítido en esta narración, plagada de burlas, es la visión del escritor y poeta como el eterno quijote batallando contra el infame sistema y naufragando a causa de sus agudas debilidades y carencias.
Así retrata Roberto Bolaño a un típico real visceralista: “Ernesto San Epifanio dijo que existía literatura heterosexual, homosexual y bisexual. Las novelas, generalmente, eran heterosexuales, la poesía, en cambio, era absolutamente homosexual, los cuentos, deduzco, eran bisexuales, aunque esto no lo dijo. Dentro del inmenso océano de la poesía distinguía varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas (afeminados), locas, bujarrones (sodomitas), mariposas, ninfos (enamorados de sí mismos) y filenos (afeminados o delicados). Las dos corrientes mayores, sin embargo, eran la de los maricones y la de los maricas(afeminados). Walt Whitman, por ejemplo, era un poeta maricón. Pablo Neruda, un poeta marica. William Blake era maricón (sodomita), sin asomo de duda, y Octavio Paz marica. Borges era fileno, es decir de improviso podía ser maricón y de improviso simplemente asexual (ambiguo). Rubén Darío era una loca, de hecho la reina y el paradigma de las locas.
-En nuestra lengua, claro está -aclaró-; en el mundo ancho y ajeno el paradigma sigue siendo Verlaine el Generoso.
Una loca, según San Epifanio, estaba más cerca del manicomio florido y de las alucinaciones en carne viva mientras que los maricones y los maricas vagaban sincopadamente de la Ética a la estética y viceversa. Cernuda, el querido Cernuda, era un ninfo y en ocasiones de gran amargura un poeta maricón, mientras que Guillén, Aleixandre y Alberti podían ser considerados mariquita, bujarrón y marica, respectivamente. Los poetas tipo Carlos Pellicer eran, por regla general, bujarrones, mientras que poetas como Tablada, Novo, Renato Leduc eran mariquitas.
[…]
Góngora, y junto con Lezama todos los poetas de la Revolución Cubana (Diego, Vitier, el horrible Retamar, el penoso Guillén, la inconsolable Fina García) excepto Rogelio Nogueras, que es un encanto y una ninfa con espíritu de maricón juguetón. Pero sigamos. en Nicaragua dominan mariposas tipo Coronel Urtecho o maricas con voluntad de filenos, tipo Ernesto Cardenal. Maricas también son los Contemporáneos de México...
¡No -gritó Belano-, Gilberto Owen no!
De hecho -prosiguió imperturbable San Epifanio-, Muerte sin fin es, junto con la poesía de Paz, La Marsellesa de los nerviosísimos y sedentarios poetas mexicanos maricas. Más nombres: Gelman, ninfo, Benedetti, marica, Nicanor Parra, mariquita con algo de maricón, Westphalen, loca, Enrique Lihn, mariquita, Girondo, mariposa, Rubén Bonifaz Nuño, bujarrón amariposado, Sabines, bujarrón abujarronado, nuestro querido e intocable Josemilio Pe, loca. Y volvamos a España, volvamos a los orígenes. - Silbidos -: Góngora y Quevedo, maricas; San Juan de la Cruz y Fray Luis de León, maricones. Ya está todo dicho. Y ahora, algunas diferencias entre maricas y maricones. Los primeros piden hasta en sueños una verga de treinta centímetros que los abra y fecunde, pero a la hora de la verdad les cuesta Dios y ayuda encamarse con sus padrotes del alma. Los maricones, en cambio, pareciera que vivan permanentemente con una estaca removiéndoles las entrañas y cuando se miran en un espejo (acto que aman y odian con toda su alma) descubren en sus propios ojos hundidos la identidad del Chulo de la Muerte. El chulo, para maricones y maricas, es la palabra que atraviesa ilesa los dominios de la nada (o del silencio o de la otredad). Por lo demás, y con buena voluntad, nada impide que maricas y maricones sean buenos amigos, se plagien con finura, se critiquen o se alaben, se publiquen o se oculten mutuamente en el furibundo y moribundo país de las letras.”
Los detectives salvajes está narrada a partir de dos perspectivas: la del diario de Juan García Madero, un poeta adolescente que se incorpora al grupo cuando éste ya se ha vuelto legendario en los bajos fondos de la literatura capitalina; y la de decenas de protagonistas laterales que entrecruzan sus historias para documentar la existencia del grupo y sus líderes, Lima y Belano. Las voces transitan por la Ciudad de México, Santiago de Chile, Madrid, Barcelona, París. etc
Ya lo dijo un crítico antes: Borges escribió en algún poema sobre un poeta menor, que la meta era el olvido (y que el poeta menor, claro, llegaba antes). En este sentido es muy flaco el favor que ha hecho Roberto Bolaño, con esta gruesa novela, a los personajes de la misma.
Bolaño lanza una mirada profundamente crítica sobre la realidad que está a punto de dejar, reflexiona sobre el oficio del escritor. Un oficio que es el de creador de mitos, narraciones maravillosas que con frecuencia interpretan el origen del mundo.
Una novela reveladora y vertiginosa que a veces confunde y marea pero que logra atraparnos con la prosa inteligente de un Bolaño memorable.
Ingrid Odgers Toloza


http://luisvenegas.wordpress.com/2006/09/21/algunas-resenas-y-notas-sobre-los-detectives-salvajes/

1 comentario:

  1. Así explicado, parece que se disfrute más del libro si estás informado de quién se esconde detrás de cada personaje. No lo dudo, pero yo me he divertido mucho a pesar de mi ignorancia al respecto.

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