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martes, 4 de diciembre de 2007

ALEXIS


Una novela de Marguerite Yourcenar

Comentario de Ingrid Odgers Toloza

Un exhaustivo trabajo con la palabra es esta novela de Yourcener, pero no sólo eso, es un hurgar constante e intenso por los más recónditos y contradictorios sentimientos del ser humano. Una desnudez impensada, un tema arrebatador de polémicas, si tenemos en cuenta la época en que fue escrito. La novela es una extensa carta escrita por un protagonista-músico inmerso en sentimientos de culpabilidad, un artista, ser en extremo sensible que le escribe una carta a su mujer, Mónica. Ha abandonado su hogar. En esta carta Alexis relata su vida desde la infancia hasta su estado actual. Y descubre secretos, secretos que le han acompañado toda la vida. Pensamientos, impresiones, acontecimientos, hechos que ha vivido intentando ocultar, batallando por ignorar o negar. Todo un esfuerzo para ser alguien que no es. Esta carga de sufrimiento, este cúmulo o masa enorme de desvelos y evasiones son relatados con maestría, con profusas metáforas y elipsis por la pluma inteligente de Yourcener, que sin duda tenía completa claridad respecto a lo que deseaba lograr en su medio social y cultural, impactar, al escribir esta polémica novela que aborda el tema tabú ya recurrente en nuestra actual sociedad (no por ello aceptado), el de la homosexualidad. La escritura de Alexis y la fama estaban solo a un paso. La concretización del éxito de Yourcener fue este Alexis, publicado en 1929. En esta narración el lector no encontrará sexo descarnado, pasiones desbocadas sino quizás una excesiva humildad o recato, un tanto recargados para la actualidad, un puritanismo muy concordante con los tiempos en que el relato fue plasmado.

"Esta carta, amiga mía, será muy larga. He leído con frecuencia que las palabras traicionan al pensamiento, pero me parece que las palabras escritas lo traicionan todavía más. (…)Escribir es una elección perpetua entre mil expresiones de las que ninguna me satisface y, sobre todo, no me satisface sin las demás. Yo debería saber que sólo la música permite la coordinación de acordes. Una carta, incluso la más larga, nos obliga a simplificar lo que no debiera simplificarse (…)

Lo único que yo te pido (lo único que puedo aún pedirte) es que no saltes ninguna de estas líneas que me habrán costado tanto. Si es difícil vivir, es aún mucho más penoso explicar nuestra vida…"

El hombre que escribe esta carta tuvo una infancia quieta y dulce (fue el menor de una familia numerosa), pero al llegar la adolescencia, todo parece cambiar pues su inocencia se ve de pronto “profanada” por sueños que no deberían presentarse, por unos apetitos impropios para un hombre y que posee y siente, son reales. A pesar de caer enfermo, de sufrir, de negar lo que es, de escabullirse de las tentaciones, termina en un despeñadero. Y esto para él es insoportable.

Alexis, aplaca sus miedos y tentaciones a través de la música, que ama, que le ayuda, que le sirve de desahogo y que es a la vez su fuente de subsistencia. Al casarse con Mónica, la abandona y con ello al trabajo. Todo parece estar muerto en él. El reencuentro con la música en el piano de su antigua casa, lo conduce a tomar una decisión.

“Mis manos, Mónica, me liberarían de ti. Podrían tenderse de nuevo sin obstáculos. Mis manos libertadoras me abrían la puerta de salida.”

En un país hoy desaparecido, en un momento en que las circunstancias históricas transforman todo el mundo europeo, finalizando con un universo y una manera de vivir, Alexis se detiene para rendir cuenta de esas idénticas transformaciones en carne propia, para finalizar con un engaño y para intentar iniciar una nueva vida entre un sinnúmero de seres que, a su vez, también lo inician. Es innegable que la vida de Alexis fue diseñada o planificada y a la vez realizada por esta magnífica autora para remecer al corazón más duro de las naciones que se mueven en la esfera enmascarada de la represión : la falta de libertad de expresión.

“Te pido perdón, no por dejarte sino por haberme quedado tanto tiempo”

“…y he pensado que el hombre, sin saberlo, busca sobre todo en la mujer el recuerdo del tiempo en que su madre lo abrazaba. “

“Recuerdo, con infinita piedad, tus esfuerzos por tranquilizarme, consolarme, alegrarme, quizás; y casi creo haber sido yo tu primer hijo”

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